Queridos compañeros:
por iniciativa de los consejeros académicos de nuestra agrupación fueron aprobadas en el Consejo Académico las prórrogas de los planes de estudio de las carreras de Inglés, Letras e Historia hasta finales del corriente año. El trámite finalizó en el día de ayer cuando el Consejo Superior confirmó la medida. Estas prórrogas eran necesarias sobre todo por aquellos compañeros que no habían podido terminar de recibirse por la caída de las mesas de examen de diciembre. Nos encanta das buenas noticias. Saludos,
Graduados Juntos por Humanidades
viernes, 16 de abril de 2010
Ingreso Colegio Illia
Queridos colegas:
En sesión de comisiones del Consejo Superior del día 31 de marzo pasado llegó un proyecto de modificación del sistema de ingreso para el Colegio Nacional Dr. Arturo Illia. Según pudimos averiguar, el proyecto surgió de parte de distintos miembros de la comunidad del Colegio: directivos, algunos docentes y ex alumnos. En líneas generales, el proyecto preveía la asignación de veinte plazas para que sean ocupadas sin examen de ingreso por egresados de escuelas públicas que se cuenten entre los tres mejores promedios de sus respectivas escuelas, uno por escuela. La situación que se intenta paliar viene a ser la contradicción entre los fines de nuestra universidad y la realidad de que paulatinamente el componente social juega un rol preponderante en la composición de la población del colegio. El punto álgido de este proceso se ha visto en los últimos años, en que sólo el 15% de los ingresantes al colegio son provenientes de escuelas públicas, y estos provienen, a su vez, de un espectro muy acotado (la escuela 6 o la 31).
El Illia ha sido fundado como un colegio experimental, y los resultados de ése experimento están siendo opuestos a los que nosotros hubiéramos esperado de una escuela pública y dependiente de la universidad, que a su vez pretende estar a la vanguardia en materia de excelencia, democracia y pluralidad. El colegio está terminando por convertirse en una escuela privada pero sin cuota, por lo que el pueblo está subsidiando una escuela de élite para chicos de clase media, cuyas familias podrían costear la educación que elijan. Por otro lado consideramos que el examen de ingreso pone a los aspirantes bajo una presión muy fuerte, los expone a violentas situaciones de frustración y consolida una cultura de la competencia y el mérito que nos parece poco saludable.
No quiere decir esto que nosotros consideremos que el mérito no sea un criterio de selección válido, pero sólo se puede evaluar si los que participan de la situación de competencia se encuentran en condiciones relativamente similares. Tomando el ejemplo de un concurso de oposición entre profesionales nos encontramos con que dos profesionales que compiten por un cargo están más o menos en situación de competencia porque los dos (mal que mal) comen todos los días, los dos tuvieron la posibilidad de terminar una carrera, por lo que pueden tener un universo similar de habilidades cognoscitivas desarrolladas, los dos tienen acceso al mismo universo bibliográfico; ahí sí se puede establecer un mecanismo de competencia donde el sustrato social no resultaría determinante, puede que incida en alguna medida (tener un estudio propio, computadora y poder comprarse los libros no es lo mismo que preparar un concurso aprovechando los momentos en que no hay nadie en casa, o tener que recurrir a un ciber o una computados pública o prestada, o comprar las fotocopias a los ponchazos o ir a la biblioteca) pero se supone de alguna manera que el profesional tiene las herramientas para superar las eventuales dificultades. No podemos aplicar la misma lógica cuando hablamos de niños de 11 años ¿hace falta describir las enormes diferencias entre las posibilidades de un niño que tiene más que cubiertas sus necesidades de uno que no?
Precisamente esa es la misma lógica que marca nuestra posición sobre la razón de ser del Estado y, por ende, de la Universidad: aquellas cuestiones de desigualdad que la Sociedad sola no puede resolver requieren de la intervención del Estado. Es por eso que los grandes empresarios y la derecha en general quiere achicar el Estado, porque no lo necesitan, los molesta. En cambio, aquellos que por la ruleta de la vida nacen entre los sectores más desfavorecidos de la sociedad elevan sus demandas hacia el Estado, requieren que sea fuerte, que intervenga, y protestan cuando no lo hace; pasa a ser casi la única herramienta de promoción social que les queda. Muy probablemente la mayoría de nosotros no estaría en la posición privilegiada de ser profesionales si no hubiéramos tenido la universidad pública, con todas las deficiencias que aún tiene.
Siguiendo con esta lógica, tanto la Universidad como el Illia deben ser instrumentos de promoción social, igual que todo el sistema de educación pública, y tanto la una como el otro se sustentan desde el Estado, es decir, desde todos nosotros con nuestros impuestos. Ahora volvemos al caso particular del Colegio: ¿es legítimo que puedan acceder al Illia sólo aquellos sectores que tienen resuelto el aspecto social? ¿qué promoción social estamos auspiciando? ¿no vale la pena hacer un intento por reconducir hacia los sectores menos favorecidos todo ese trabajo y dinero que la Universidad (y por ende el pueblo) está poniendo en el colegio? Nosotros creemos que sí, que vale la pena.
Desde Graduados Juntos por Humanidades hemos decidido acompañar el proyecto: en las comisiones lo hemos modificado y hemos logrado elevar las plazas reservadas a treinta. Aún así nos sigue pareciendo poco: realmente no resolvemos ningún problema social con esta medida, pero sí es mejor que mantener el status quo. Sabemos que nuestra Universidad tiene (y va a tener todavía por mucho tiempo) muchas materias pendientes en lo que a devolución al pueblo se refiere; pero cada pasito que demos, aunque sea ínfimo como este, está en el sentido correcto. No porque midamos el bien o el mal en base a las intenciones de los proyectos (en definitiva Alsogaray creía que liberalizando la economía se llenaría una copa de riqueza que más tarde o más temprano terminaría derramándose sobre el pueblo), sino que nosotros estamos queriendo ser consecuentes con lo proponemos; y cuando decimos que defendemos la Universidad Pública, Popular y Gratuita, no lo hacemos desde la demagogia de las palabras rimbombantes, no es para que a los graduados les guste la frasecita y nos voten por eso, sino porque eso es lo que proponemos y lo que hacemos (es por eso que queremos que participen con nosotros y nos voten).
La modificación está siendo fuertemente resistida por parte de muchos miembros de la comunidad del colegio, que consideran que peligra la excelencia académica y algún rasgo identitario del colegio. Nosotros nos hemos comprometido fuertemente en dialogar con miembros de la comunidad para recabar opiniones de los que acompañaban el proyecto tanto como de los que se resistían. Hemos podido identificar algunos temores de padres y alumnos respecto del proyecto. Más difícil nos ha sido identificar los temores de nuestros colegas. Los ex alumnos con los hablamos, que fueron varios, coincidieron con nosotros en el diagnóstico, y algunos hasta promovían reformas más drásticas. Nosotros mismos, en una situación ideal, propondríamos eliminar el examen de ingreso, pero hemos resuelto que un cambio tan violento dislocaría mucho más aún la convivencia dentro del Colegio; es por eso que nos hemos decidido a trabajar en base al proyecto recibido y acompañarlo.
Es muy probable que esta explicación haya dejado cosas en el tintero. Intentamos explicar el proceso en su conjunto y nuestra posición con total honestidad y respeto. Sabemos que hay colegas y amigos que están relacionados profesional y/o afectivamente con el Illia y su comunidad y esperamos que este texto sirva para que ellos entiendan nuestra toma de posición. Asimismo, estamos ansiosos por recibir sus comentarios y aportar al debate. Saludos,
Graduados Juntos por Humanidades
En sesión de comisiones del Consejo Superior del día 31 de marzo pasado llegó un proyecto de modificación del sistema de ingreso para el Colegio Nacional Dr. Arturo Illia. Según pudimos averiguar, el proyecto surgió de parte de distintos miembros de la comunidad del Colegio: directivos, algunos docentes y ex alumnos. En líneas generales, el proyecto preveía la asignación de veinte plazas para que sean ocupadas sin examen de ingreso por egresados de escuelas públicas que se cuenten entre los tres mejores promedios de sus respectivas escuelas, uno por escuela. La situación que se intenta paliar viene a ser la contradicción entre los fines de nuestra universidad y la realidad de que paulatinamente el componente social juega un rol preponderante en la composición de la población del colegio. El punto álgido de este proceso se ha visto en los últimos años, en que sólo el 15% de los ingresantes al colegio son provenientes de escuelas públicas, y estos provienen, a su vez, de un espectro muy acotado (la escuela 6 o la 31).
El Illia ha sido fundado como un colegio experimental, y los resultados de ése experimento están siendo opuestos a los que nosotros hubiéramos esperado de una escuela pública y dependiente de la universidad, que a su vez pretende estar a la vanguardia en materia de excelencia, democracia y pluralidad. El colegio está terminando por convertirse en una escuela privada pero sin cuota, por lo que el pueblo está subsidiando una escuela de élite para chicos de clase media, cuyas familias podrían costear la educación que elijan. Por otro lado consideramos que el examen de ingreso pone a los aspirantes bajo una presión muy fuerte, los expone a violentas situaciones de frustración y consolida una cultura de la competencia y el mérito que nos parece poco saludable.
No quiere decir esto que nosotros consideremos que el mérito no sea un criterio de selección válido, pero sólo se puede evaluar si los que participan de la situación de competencia se encuentran en condiciones relativamente similares. Tomando el ejemplo de un concurso de oposición entre profesionales nos encontramos con que dos profesionales que compiten por un cargo están más o menos en situación de competencia porque los dos (mal que mal) comen todos los días, los dos tuvieron la posibilidad de terminar una carrera, por lo que pueden tener un universo similar de habilidades cognoscitivas desarrolladas, los dos tienen acceso al mismo universo bibliográfico; ahí sí se puede establecer un mecanismo de competencia donde el sustrato social no resultaría determinante, puede que incida en alguna medida (tener un estudio propio, computadora y poder comprarse los libros no es lo mismo que preparar un concurso aprovechando los momentos en que no hay nadie en casa, o tener que recurrir a un ciber o una computados pública o prestada, o comprar las fotocopias a los ponchazos o ir a la biblioteca) pero se supone de alguna manera que el profesional tiene las herramientas para superar las eventuales dificultades. No podemos aplicar la misma lógica cuando hablamos de niños de 11 años ¿hace falta describir las enormes diferencias entre las posibilidades de un niño que tiene más que cubiertas sus necesidades de uno que no?
Precisamente esa es la misma lógica que marca nuestra posición sobre la razón de ser del Estado y, por ende, de la Universidad: aquellas cuestiones de desigualdad que la Sociedad sola no puede resolver requieren de la intervención del Estado. Es por eso que los grandes empresarios y la derecha en general quiere achicar el Estado, porque no lo necesitan, los molesta. En cambio, aquellos que por la ruleta de la vida nacen entre los sectores más desfavorecidos de la sociedad elevan sus demandas hacia el Estado, requieren que sea fuerte, que intervenga, y protestan cuando no lo hace; pasa a ser casi la única herramienta de promoción social que les queda. Muy probablemente la mayoría de nosotros no estaría en la posición privilegiada de ser profesionales si no hubiéramos tenido la universidad pública, con todas las deficiencias que aún tiene.
Siguiendo con esta lógica, tanto la Universidad como el Illia deben ser instrumentos de promoción social, igual que todo el sistema de educación pública, y tanto la una como el otro se sustentan desde el Estado, es decir, desde todos nosotros con nuestros impuestos. Ahora volvemos al caso particular del Colegio: ¿es legítimo que puedan acceder al Illia sólo aquellos sectores que tienen resuelto el aspecto social? ¿qué promoción social estamos auspiciando? ¿no vale la pena hacer un intento por reconducir hacia los sectores menos favorecidos todo ese trabajo y dinero que la Universidad (y por ende el pueblo) está poniendo en el colegio? Nosotros creemos que sí, que vale la pena.
Desde Graduados Juntos por Humanidades hemos decidido acompañar el proyecto: en las comisiones lo hemos modificado y hemos logrado elevar las plazas reservadas a treinta. Aún así nos sigue pareciendo poco: realmente no resolvemos ningún problema social con esta medida, pero sí es mejor que mantener el status quo. Sabemos que nuestra Universidad tiene (y va a tener todavía por mucho tiempo) muchas materias pendientes en lo que a devolución al pueblo se refiere; pero cada pasito que demos, aunque sea ínfimo como este, está en el sentido correcto. No porque midamos el bien o el mal en base a las intenciones de los proyectos (en definitiva Alsogaray creía que liberalizando la economía se llenaría una copa de riqueza que más tarde o más temprano terminaría derramándose sobre el pueblo), sino que nosotros estamos queriendo ser consecuentes con lo proponemos; y cuando decimos que defendemos la Universidad Pública, Popular y Gratuita, no lo hacemos desde la demagogia de las palabras rimbombantes, no es para que a los graduados les guste la frasecita y nos voten por eso, sino porque eso es lo que proponemos y lo que hacemos (es por eso que queremos que participen con nosotros y nos voten).
La modificación está siendo fuertemente resistida por parte de muchos miembros de la comunidad del colegio, que consideran que peligra la excelencia académica y algún rasgo identitario del colegio. Nosotros nos hemos comprometido fuertemente en dialogar con miembros de la comunidad para recabar opiniones de los que acompañaban el proyecto tanto como de los que se resistían. Hemos podido identificar algunos temores de padres y alumnos respecto del proyecto. Más difícil nos ha sido identificar los temores de nuestros colegas. Los ex alumnos con los hablamos, que fueron varios, coincidieron con nosotros en el diagnóstico, y algunos hasta promovían reformas más drásticas. Nosotros mismos, en una situación ideal, propondríamos eliminar el examen de ingreso, pero hemos resuelto que un cambio tan violento dislocaría mucho más aún la convivencia dentro del Colegio; es por eso que nos hemos decidido a trabajar en base al proyecto recibido y acompañarlo.
Es muy probable que esta explicación haya dejado cosas en el tintero. Intentamos explicar el proceso en su conjunto y nuestra posición con total honestidad y respeto. Sabemos que hay colegas y amigos que están relacionados profesional y/o afectivamente con el Illia y su comunidad y esperamos que este texto sirva para que ellos entiendan nuestra toma de posición. Asimismo, estamos ansiosos por recibir sus comentarios y aportar al debate. Saludos,
Graduados Juntos por Humanidades
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